Huellas

miércoles, 21 de abril de 2010

Apología del miedo

En el libro El corazón la sabe, que rinde homenaje a Dámaso Alonso, se recoge la siguiente experiencia del gran poeta:

"En enero de 1954 preparé mi viaje a EEUU. Mi trabajo en materias de la literatura y lingüística me había dejado sin escribir poesía desde 1946. (...) Para ir a América resolví hacerlo en un barco pequeñito que salía desde Barcelona. La circulación, a todo largo de la costa española fue estupenda: un mar admirablemente tranquilo. Pero desde que pasamos el estrecho de Gibraltar, el agua empezó a alterarse y al cruzar frente a las Islas Azores los bandazos fueron tremendos y las olas de temerosa altura. Yo me fuí aterrado a mi cabina. Me senté en la butaca que se baqueteaba por el brutal movimiento y yo ni sé lo que me pasó. Sin duda había en mí un terror intenso: el violento temporal me enfrentaba con el miedo al naufragio y la muerte.
Ocurrió que sin darme yo cuenta me puse a escribir, era en verso. Escribí este poema:





ESE MUERTO

Viviría en la náusea, el estertor, el crimen;
en cavernas sin sonda, taponadas de fango,
o en atarjeas fétidas, entre ratas blanduzcas:
furtivos, hoscos dioses.

Aunque fuera sin dueño, sin amor, sin amigo,
sin un perro, una casa, una luz, una silla;
solo, tras los desiertos; o, en la jungla del tigre,
inerme, tierno, solo.

Viviría lombriz, sí, viviría hormiga,
instintiva potranca, absorto búho inmóvil,
o molusco sin ojos donde en roca mar bate
(o torpísima ameba).

En planetas de amonio, viviría, entre un vaho
soturno, en el que opacas lunas filtran luz ocre;
o arrastrado en postreras nebulosas en fuga,
entre hostiles portentos.



Ay, si le dierais vida (con miseria o con gozo;
en donde ‘libertad’ susurren brisas nuevas
o donde hiere el látigo rostros, espaldas corva),
ay, si le dierais vida,

viviría la ‘vida’ : ese palpo, ese pálpito,
su pulpa siempre virgen, el zumo de su tiempo,
el pulso de las venas, que proclama ‘adelante’,
su renacer continuo.

¡Ah, gloriosa, gloriosa! ¡Ah, tierna, intermitente
onda suave, onda en furia, que nos lames o azotas!
Ese muerto, esa ausencia, ¡ah, si vivir pudiera
como yo que ahora canto, lloro, rujo, estoy vivo!



(Me parece que al amigo Dámaso el pánico inicial le permitió escribir las cuatro primeras y extraordinarias estrofas, luego la tempestad fue amainando...)


"Y apenas terminado este poema -continúa narrando el autor-, escribí este otro:

GOZO DEL TACTO

Estoy vivo y toco.
Toco, toco, toco.
Y no, no estoy loco.

Hombre, toca, toca
lo que te provoca:
seno, pluma, roca,

pues mañana es cierto
que ya estarás muerto,
tieso, hinchado, yerto.

Toca, toca, toca,
¡qué alegría loca!
Toca. Toca. Toca.


(Pues eso, que lo prefiero cuando estaba realmente acojonado.)

4 Motivaciones:

Matías dijo...

una vez escuche por ahi que entre el estiercol nacen las flores mas bellas...
a lo mejor hablaba de esto, pero si puede ser, cuando el hombre es puesto contra las cuerdas, o muere de miedo o muere brillando....

V a v o dijo...

pero no le creo, osea no creo que un poeta tenga la frialdad de ponerse a escribir en un momento como ese, y no vivirlo... a menos que sea tan poeta que vivir y escribir no los diferencie, no se no se. Creo que lo pudo escribir despues reviviendo el temor, pero en el mismo caos?.

Por que morir escribiendo no me parece brillante.

Matías dijo...

claaaro, tenes toda la razon, igual tambien existe la posibilidad de que el tipo se haya puesto a escribir en ese mismisimo instante para sencillamente no tener que pensar....

pero si, tenes razon, debe haberlo escrito despues (o antes en una premonicion)....

Javi Brasil dijo...

Morir escribiendo me parece una forma bastante elegante de morir.

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